Pago justo
Por Enrique Fernández LópizEsta película cuenta un episodio en la vida laboral británica en 1968, cuando 187 mujeres trabajadoras de la planta Ford de la localidad de Dagenham (Inglaterra) en las riveras del río Támesis, organizaron una sonada huelga en protesta por la discriminación de género con relación al salario que percibían las mujeres por comparación con los hombres, y exigiendo un salario equiparable al de ellos. Esta huelga paralizó la planta de producción de Ford y finalmente ganaron las mujeres, aunque no con total igualdad de pagos. Esta huelga fue un hito decisivo para conseguir que la Ley de Igualdad Salarial de 1970 fuera aprobada en el parlamento británico. Hay que tener en cuenta que en aquellos entonces de finales de los sesenta, la fábrica de automóviles Ford era uno de los mayores empleadores privados en el Reino Unido. Se fabricaban tres mil coches por día y daba trabajo a 55.000 operarios hombres y ¡solo 187 mujeres!, que fueron las que hicieron frente a las injusticias y desigualdades que vivían: las ‘maquinistas de costura’, como se conocía a los puestos desempeñados típicamente por las féminas, que se encargaban de las tapicerías de los autos en unas condiciones deplorables. De manera que esta desigualdad numérica, pero arrojo y valentía, me recuera a la famosa batalla de las Termopilas, donde un puñado de valientes al mando del rey Leónidas I de Esparta, hizo frente a cientos de miles de hombres del poderoso ejército persa al mando de JerjesPensemos que estamos en 1968, una época muy diferente a los tiempos que corren, aunque aún siguen existiendo desigualdades de género. Pero en ese entonces, las mujeres estaban clasificadas como Grado “A” ó de ‘Habilidades Mínimas” (trabajo que requería un mínimo de habilidad y con un salario sustancialmente menor al de los varones); tampoco podían las mujeres desempeñar labores calificadas como grado “B” (los menos capacitados); y menos aún grado “C” (los que contaban con destrezas más especializadas, reservadas para los hombres). Y esto implicaba que se asumía tácitamente que las mujeres estaban incapacitadas para realizar esas tareas, simplemente por el hecho de ser mujeres: “¡demasiado!” Dirán algunos; pero eso era lo que había entonces y a eso se refiere la película.
Esta huelga duró tres semanas y la representante de la misma, Rita, acudió a una importante cita ante los delegados de los Sindicatos de Trabajadores, a pedirles que apoyaran la huelga diciendo lo siguiente: “Estamos juntos en esto, hombres y mujeres. No estamos divididos por sexo. Sino por aquellos que están dispuestos a aceptar la injusticia. No es un privilegio el que las mujeres podamos aspirar a tener los mismos derechos que los hombres, es una cuestión de principios y justicia”¡Valiente mujer y de talante recto y luchador, más aún para aquellos entonces! Y no creamos que los hombres veían con buenos ojos esta resistencia femenina.
Pues bien, esta es la historia que narra esta película dirigida con maestría por un Nigel Cole que tras algún tiempo en los EE.UU. decidió volverá Inglaterra para rodar esta cinta que podíamos calificar de drama social. El film tiene un excelente guión de Billy Ivory, un guión desvergonzado en el mejor sentido de la palabra, como no puede ser menos cuando quiere contar cómo 187 mujeres se ponen por montera a toda la industria norteamericana del automóvil y lo que es más duro, enfrentarse a un mundo de hombres que en número de más de cincuenta mil, veían peligrar sus puestos de trabajo por esta insistencia y desparpajo de las chicas frente al mundo. La película no deja de lado las actuaciones políticas en la sombra, las presiones de los norteamericanos sobre el Primer ministro británico, la cobardía y el interés personal de los líderes sindicales, la torpeza de los funcionarios principales del gobierno, y la valentía de la ministra de trabajo en el gobierno, a la sazón Barbara Castle, una mujer al parecer fuerte e inteligente, que finalmente decide reunirse con las mujeres trabajadoras.
Esta obra de Cole narra muy bien los enfrentamientos de las mujeres con los maridos, que en aquellos entonces aun estaban imbuidos del machismo propio de la época, y no entendían ni asimilaban bien que las mujeres abandonaran el hogar, las tareas domésticas o sus propios hijos, en aras a conseguir su objetivo reivindicativo de “pago justo” (como indica el título del film) y la dignificación de su papel como obreras. Esto se refleja en enfrentamientos conyugales que, al fin, son tratados en el film de forma amable, como cuando el marido de la protagonista Rita reconoce, arrepentido, el valor, la entidad y la valentía de su aguerrida esposa.
Acompañan al guión y a la dirección, una música excelente de David Arnold y una gran fotografía de John de Borman, que conjunta con una gran puesta en escena, muy buena ambientación de la época, vestuario a veces sorprendentemente peculiar, como los vestidos de la protagonista: vestiditos sesenteros de llamativos colores.
En cuanto al reparto merece un punto y aparte la interpretación de una genial Sally Hawkins, actriz reconocida, quien prácticamente se hace con las riendas de la película y la lleva en volandas. Una mujer menuda pero que sintoniza, que comunica en cada gesto y hace muy pero que muy creíble su papel de mujer batalladora. Creo que no se hizo justicia con la interpretación de la Hawkins en esta película en el plano del reconocimiento en ese año de 2010, una actriz que no te das cuenta que está en la película porque en la cinta ella es Rita y solo Rita, tal es su identificación con el personaje de la obrera luchadora. La Hawkins no tiene escenas de lucimiento, dada la naturaleza coral del film, pero ella se impone con su naturalidad, haciendo creíble la vida de una inglesa trabajadora, residente en un barrio obrero gris y con una vida poco halagüeña. Rita es una mujer con muchas limitaciones, incluso tiene dificultades para hablar, pero eso no le impide, y así lo interpreta genialmente la Hawkins, que seduzca con su personalidad arrolladora a la mismísima ministra de trabajo, que tras un copazo y cinco minutos de charla informal, se juega el puesto por ella y concede el 92% de subida que acercaba a las mujeres al salario de sus pares. E igualmente se mete en el bolsillo a la archipija mujer del gerente de la Ford; y pongo estos ejemplos, porque la Hawkins en la peli no es tal, es, como decía, la arrolladora Rita que se lleva de calle el protagonismo de la peli. Pero por supuesto, el resto de actores y actrices hacen, como apuntaba, un coro interpretativo muy meritorio; así, Bob Hoskins, Miranda Richardson (nominada en los Premios Bafta), Geraldine James, Rosamund Pike, Andrea Riseborough, Daniel Mays, Jaime Winstone o Kenneth Cranhan por no mencionarlos a todos. Pero siempre digo que el cine británico está sobrado de nivel actoral, tal el caso de esta obra.
En definitiva, una emotiva recreación de la historia de las reivindicaciones de la mujer, un testimonio de la lucha testaruda e insistente de las mujeres, que muestra cómo de forma sencilla, con pequeñas-grandes luchas, el mundo ha cambiado mucho en pocas décadas. Quizá se echa en falta algo más de causticidad, de agresividad, de lucha encarnizada; pero bueno, eso lo perdono en aras al resultado que cuenta de manera fidedigna la realidad de la historia. Al concluir, se agradece que los créditos de la película intercalen entrevistas reales con algunas de las mujeres implicadas en aquella realidad social, pues eso le da importante porción de realidad documental a un film que ya previamente había tenido ese sesgo. Una magnífica película para recordar y reflexionar sobre el valor de aquellas mujeres que lucharon por la igualdad de derechos.
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Mariela Camargo.